LO INCONSOLABLE DEL COTIDIANO, I-XIV 2011

Lo Infructífero


“(…) Y el supermercado está espantosamente alumbrado, y ambientado con una música que destruye el alma, con pop manufacturado, y en realidad es el último lugar del mundo en el que quisieras estar, pero no hay manera de que entres y salgas rápidamente de él; tienes que deambular por todos los inmensos, confusos, y ultra alumbrados corredores, para encontrar las cosas que necesitas, y tienes que maniobrar con tu miserable carrito alrededor de todas estas cansadas y apresuradas personas que también llevan carritos.”

David Foster Wallace  

 

 

Al observar el trabajo que presentan Ofelia Andrades y Marcela Duharte(...) la pregunta inicial que me suscita es ¿cómo se realizaron estas obras? No me refiero a la minucia técnica, sino al temple en el que ellas fueron ejecutadas, el cómo más que el por qué de estas imágenes.

 

Un aire lóbrego emana de los bodegones de Andrades. Aparte de la limitación cromática hay una cierta tristeza en los objetos retratados. Más allá de la tristeza particular, de la sensación infantil y animista que nos provoca un objeto despojado de su uso (sierras que no cortan, pollos que no serán comidos, sino objeto de una melancólica contemplación), creo que hay una tristeza más honda, un desánimo que se cuela tras la huella del pincel, de una aguada displicente: incluso el ímpetu de los empastes se ve teñido por el ritmo refrenado de un temple taciturno. Allí estas pinturas parecen encontrar su potencia, en la tensión perpetua de un aparente sinsentido: una fuerza abatida, una intensidad distanciada, en suma, una pasión por lo desapasionado. Algo similar sucede con el trabajo de Marcela Duharte. Existe una contradicción entre la violencia ejercida para mellar la superficie del acrílico transparente y la delicadeza ornamental de las imágenes que conforman, entre una técnica que se ve comúnmente en el rayado procaz y despreciable de los vidrios de los autobuses y el ingreso de la misma al alero dignificante del espacio expositivo. Se requiere de una sucesión de raspados, uno sobre otro, para lograr una cicatriz a penas visible, un gesto invariable, monótono y repetitivo. Ambas obras contrastan en lo aparente: al negro latente de las pinturas de Andrade se opone el rayado casi imperceptible de Duharte y la levedad de las sombras y arabescos que proyecta. Ahora pienso, más que lo íntimo o lo cotidiano, es lo doméstico lo que domina estas obras. Es a través de estas prácticas insistentes pintura y raspado, estos gestos vaciados de toda grandilocuencia, que el cuerpo y la presunta desmesura del artista son domesticados.

Vestirse, hacer las compras en el supermercado, formarse en la fila del banco: someterse a una rutina se equipara al quehacer de los trabajos que estas artistas presentan, con la salvedad de que los rituales diarios de domesticación responden a un fin pragmático mientras que los gestos sostenidos y repetitivos que configuraron estas obras aparecen como su oscuro revés, como una exaltación del desánimo, de la contemplación, el goce orgulloso de lo infructífero.

 

                                                                                                                                 Tomás Fernandez

                                                                                                                                  Artista Visual


LO INCONSOLABLE DEL COTIDIANO

 

Es un proyecto artístico que ofrece una relectura de la estética barroca como punto de reflexión inicial. Andrades retoma el genero de las Naturalesas Muertas trabajados con la técnica del óleo sobre tela, todo en blanco y negro, utilizando utensilios domésticos contemporáneos. Duharte raspa láminas de acrílico transparente con dibujos de ornamentos religiosos que se proyectan como sombras en el muro.